Me gusta esta palabra, trasplantado.
Voy a intentar resumir mi proceso vital durante el verano de 2024.
No pretendo gran cosa con ello, digerirlo mientras lo plasmo en negro sobre blanco, para pasar página y si a alguien le sirve, bien pagado de nuevo.
Tras ser tratado contra la leucemia en el hospital Infanta Leonor, fui dado de alta el 10 de julio. Por resumir mi estancia en este hospital, 91 días de ingreso, repartidos en cuatro ingresos.
Desde ese día, mi historial médico pasaba al hospital 12 de Octubre.
Cada miércoles desde ese centro se coordinan los pacientes que pueden recibir un trasplante de médula, sus propios pacientes y los de los otros hospitales que lo tienen como referencia. Yo estaba en esa lista, a la espera de ser llamado, mientras iba recibiendo atención médica semanal en el Infanta. Fui aceptado por el comité el 8 de agosto.
Cada día que pasó entre esa alta y el ingreso en el 12 de Octubre fue un regalo, unas minivacaciones ganadas a pulso. Pude celebrar en casa mi cumpleaños y el de Carlota, y lo más importante en ese momento, recuperarme físicamente. Luis me trajo a casa una bici de spinning a la que me subía cada día, recordando esos 18 donde nadie me gana una carrera.
Para ir a ser un trasplantado hay que estar fuerte de cuerpo y mente, no hay otra opción. No dejé nada en el tintero.
A principios de agosto recibí la llamada. Al día siguiente, Malu me explicaba las tres opciones.
No hacer nada, confiando en no tener una recaída en los próximos años.
Tener un autotrasplante, llamado autólogo, que utiliza células madre de tu propio cuerpo para reemplazar tu médula ósea que no funciona correctamente.
O, por último, recibir un trasplante alogénico, cuando las células madre sanas se obtienen de la médula ósea de un donante emparentado o de un donante no emparentado con características genéticas similares a las del paciente.
La opción era clara: autotrasplante. Reduce mucho los riesgos y el plazo de recuperación. Todavía tengo muchas cosas por hacer y personas que me esperan en una vida “normal” a las que, además, les debo gratitud para subirme a la normalidad cuanto antes.
Esas semanas recibí tratamiento para iniciar el autotrasplante. Que me dieran la noticia de que mi médula no es fetén y no daba células madre para un trasplante autólogo fue una pequeña decepción. Pasábamos al plan B de manera inmediata: el alogénico.
Unos días después volví a ser citado al hospital, iniciado el proceso, explicándome con claridad meridiana los pros, los contras y firmar el consentimiento. Ese día conocí a Ela. Otro día os hablaré de ella, si me da permiso. También aproveché para ir al notario y hacer testamento.
Aquí el donante entra en juego, es llamado al mismo hospital donde se somete a un tratamiento previo para extraerle células madre a tutiplén y de calidad, que serían finalmente las que me inficionarían el 27 de septiembre, festividad de San Vicente de Paúl.
Me han preguntado varias veces cómo fue la “operación” para el trasplante. Sencillo, una transfusión que duró 15 minutos.
Lo resumo: los 27 días que duró el ingreso entre el 20 de septiembre y el 16 de octubre no fueron nada fáciles. No solo por el tratamiento de quimioterapia previo y posterior a la infusión, que no lo ves ni venir y que te lleva justo al límite (leer entre líneas, no lo voy a explicar), la incertidumbre de que el injerto funcionara y las condiciones del lugar.
Estas condiciones tampoco las puedo explicar, no las puedo resumir; este texto sería eterno. He sido uno de los últimos usuarios en recibir el trasplante en el antiguo edificio del 12 de Octubre, habitación 4, para más concreción, más pequeña que el wc de muchas casas. El traslado al nuevo hospital fue pocos días después de mi alta.
Desde aquí mando un abrazo enorme con un recuerdo de gratitud imborrable a todo el servicio de Hematología del hospital que ha trabajado en la planta 0 de ese servicio durante años salvando vidas. Especialmente al servicio de enfermería, joder qué gente más extraordinaria, por supuesto haciéndolo extensible a auxiliares, celadores y personal de limpieza (alguna me regaló estampita). “Para opinar hay que llegar”, solo quien ha pasado por allí podría entenderme.
El 27 de septiembre se considera el día 0. Escribo este texto el +200. En general, los trasplantados consideramos ese día como nuestro “cumplevida”, no es mala cosa. Siempre será una fecha importante en mi vida, cuando además entra la generosidad de mi hermana.
Soriano taciturno, con el vaso siempre medio lleno, este que escribe celebrará siempre con más alegría, fuerza y, si es posible, con vosotros el día en el que mi madre me dio la vida.
Carlos Elipe Pérez
Madrid, 08 de abril de 2025
Día +202
Sígueme en Instagram: @carlos.elipe.perez
Pd: Artículo escrito para ser leído en una pantalla de formato mínimo de 6 pulgadas (15 cm).
No hay comentarios:
Publicar un comentario