Fustigado por el sol, y con la respiración entrecortada por el esfuerzo de la pendiente que transito. La boca seca y los pies ardiendo.
Pese a todo, disfrutando del paseo, gozando de la soledad elegida, y sabiendo que al llegar al destino, el agua fresca de la fuente enfriará la garganta y refrescara el alma, siendo recompensa suficiente.
Nada como llegar hasta donde te propones con tus propios pies.

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